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El vaso se está llenando: Friusa y la hora de despertar por la dominicanidad


Por: Andres Alejandro Aybar Baez

Solo tómese un minuto para revisar las redes sociales y verá lo que muchos prefieren ignorar: la realidad en Friusa, Bávaro, se ha convertido en un espejo del abandono, de la apatía y del descontrol migratorio que amenaza directamente nuestra identidad, nuestra seguridad y el futuro del turismo dominicano.

El llamado “hoyo de Friusa” no es solo un problema local, es un símbolo de cómo se ha permitido el establecimiento de asentamientos ilegales que ya parecen pequeños estados dentro del nuestro. Esta situación, lejos de ser coyuntural, responde a una haitianización progresiva que se ha infiltrado con fuerza en la zona este del país, protegida por una combinación peligrosa de indiferencia nacional y presiones internacionales.

Durante años, la USAID, como brazo de la política exterior estadounidense, ha financiado múltiples organizaciones y movimientos que promueven una agenda prohaitiana en República Dominicana, exigiendo regularización masiva, documentos, derechos, y hasta nacionalidad para personas que ingresaron de forma ilegal al país. Pero ahora, con el regreso de la administración Trump, ese flujo de fondos se ha reducido significativamente o se ha cortado por completo. Los sectores que se beneficiaban de esas ayudas comienzan a sentir que el “galillo” se les está secando, y eso representa una ventana de oportunidad histórica para que los dominicanos afirmemos y defendamos nuestra soberanía.

Mientras esos grupos pierden poder financiero, es el momento de actuar, de organizarse, de levantar la voz y exigir respeto por nuestras leyes migratorias. Ya no hay excusas. Es tiempo de que la nacionalidad dominicana deje de ser una dádiva y vuelva a ser un honor. Es tiempo de que el territorio dominicano sea respetado por todos, incluso por los que llegan buscando una vida mejor, pero que deben hacerlo con orden y legalidad.

El turismo, uno de los pilares de nuestra economía, está en riesgo. Los turistas que eligen Bávaro buscan tranquilidad, orden, belleza, y no la imagen de caos y abandono que hoy ofrecen sectores como Friusa. Este desorden no solo amenaza la convivencia, sino también la estabilidad económica nacional.

Por eso, la marcha pacífica convocada para manifestar el rechazo al asentamiento irregular en Friusa no es un acto de xenofobia, sino un grito de dignidad. Es un llamado a la autoridad y a la ciudadanía. No se trata de odio, sino de orden. No se trata de exclusión, sino de soberanía.

Hoy más que nunca, vivamos en paz, pero cada quien en su territorio, con respeto y con reglas claras. Los dominicanos no podemos permitir que nuestro país siga caminando hacia un abismo sin retorno. Exhortamos a que todo aquel que cruce esta isla lo haga con sus permisos en regla, como se exige en cualquier nación que se respeta a sí misma.

La dominicanidad no se negocia, se defiende. Y aún estamos a tiempo.


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