
Por: Evaristy Jiménez
Sin lugar a dudas, si una persona extranjera visita la República Dominicana con el objetivo de estudiar la sociedad en su conjunto, es muy probable que termine más confundida que esclarecida al momento de sacar conclusiones sobre su objeto de estudio.
Y es que resulta completamente inusual que una sociedad mínimamente organizada como Estado-nación, con más de 180 años, al menos en términos de celebración formal al momento de este escrito, presente tantas incongruencias en casi todos los ámbitos de participación ciudadana.
El mismo ciudadano que exige Ley y Orden, es el mimo que se queja cuando se trata de aplicar lo pactado como sociedad, en las leyes votadas por nuestro congreso, es normal ver a la gente tanto en las calles como en los medios de difusión masiva, hablar de que se necesita mano dura para que se cumplan las normas, pero paradójicamente, esa misma gente y medios de comunicación son quienes suele manifestar su descontento cuando el Estado decide aplicar con firmeza las disposiciones legales, argumentando violación a derechos fundamentales e incluso afirmando con ligereza, que vivimos en una dictadura.
La verdad, es que cuando usted se detiene a observar cada uno de los episodios de la vida cotidiana y lo que establece el vivir en una sociedad de normativas, debe llegar a una única y convencida conclusión todos queremos que nuestro país siga en la situación de anarquía que ha vivido desde 1844, con algunos episodios de cierto orden y estabilidad, política y social que tienen como común denominador la prolongación del mandato de quienes ejercieron el poder en esos periodos.
El primero de la lista es Ulises Heureaux que gobernó en dos ocasiones el país la primera vez como un presidente normal en cuanto al tiempo de inestabilidad que vivía el país en ese momento y luego como dictador y tirano (que no es lo mismo) 1882-1884 y 1887-1899, este personaje que no cumplía ni en el momento de ser elegido ni en las actualidad con el requisito básico de ser presidente, ya que la constitución desde 1844 hasta 2024 tiene como requisito básico el de ser dominicano de nacimiento u origen, y este no cumplió ni cumple con tal requisito y fue el primer tirano dictador de nuestra nación, sus padres ambos eran extranjeros aunque el niño Ulises nació en Puerto Plata no le toca la nacionalidad dominicana, el mismo perdió la vida en un magnicidio.
El segundo personaje, que sí es dominicano de nacimiento y origen, aunque con algunas raíces con nuestros vecinos de la isla, al igual que el personaje mencionado anteriormente, es Rafael Leónidas Trujillo. Se trata de la figura más relevante en la historia dominicana desde la fundación de la República, después de Juan Pablo Duarte, influyendo en todos los órdenes de la vida nacional. Trujillo fue presidente en dos períodos: de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952. Las gestiones gubernamentales restantes fueron encabezadas por otros, aunque bajo su absoluto control como caudillo de San Cristóbal. Fue asesinado por un grupo importante de sus propios colaboradores, y este hecho no puede ser considerado un magnicidio, ya que al momento de su muerte no ostentaba el cargo de presidente.
La tercera figura es, sin duda, la más influyente desde el punto de vista del poder en la historia republicana. Se trata de Joaquín Balaguer, una figura clave dentro del régimen de Trujillo y presidente de la República al momento del asesinato del dictador. Su entrada al círculo cercano de Trujillo estuvo marcada, entre otros factores, por un vínculo familiar: su tía, Bienvenida Ricardo, fue esposa del propio Trujillo. Conocido también como “Don Elito” o simplemente “el Doctor”, Balaguer era dominicano de nacimiento, aunque con ascendencia española y haitiana. No obstante, sus padres ya contaban con la nacionalidad dominicana por la línea de descendencia. Balaguer ocupó la presidencia en siete ocasiones, acumulando un total de más de 22 años en el poder.
En lo que va del siglo XXI, la República Dominicana ha tenido cuatro presidentes: Hipólito Mejía, Leonel Fernández, Danilo Medina y el actual mandatario, Luis Abinader. La coyuntura actual exige que tomemos acciones concretas orientadas a alinear a la sociedad dominicana con el mandato contenido en el artículo 7 de nuestra Constitución, que establece el modelo de un Estado Social y Democrático de Derecho.
No podemos seguir siendo una sociedad que dice una cosa, hace otra, y que, en la mayoría de los casos, se coloca al margen de las normas establecidas, ya sea desde la ciudadanía o desde las instituciones. Es momento de que los ciudadanos asumamos con responsabilidad el cumplimiento de las leyes, entendiendo que una sociedad verdaderamente organizada requiere un compromiso compartido: un 50% recae en la actuación consciente del ciudadano y el otro 50% en la gestión de la autoridad, ejercida precisamente por ciudadanos investidos de poder público. Mientras no logremos ese equilibrio, seguiremos atrapados en unas prolongadas «vacaciones institucionales».