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Ajedrez, Friusa y reforma


Por: Federico A. Jovine Rijo

El espíritu de cuerpo es esencial en cualquier unidad combativa. Supone sacrificar la individualidad por el colectivo; proteger a los camaradas; obedecer la cadena de mando; y defender la superioridad jerárquica, garantía de funcionamiento de la estructura.

En el ajedrez del poder rigen las mismas reglas del ajedrez deportivo. Cada pieza tiene unos movimientos posibles, pero todas se deben al mismo fin: proteger al rey.

El rey es la pieza más frágil, pero también la más importante. Por eso, todas las demás comparten los mismos objetivos: atacar al contrario, y defender al rey en caso de ataque. Porque si el rey muere, se acaba el juego.

Así como cada jugador profesional tiene una clasificación en el sistema Elo que indica su nivel de efectividad; asimismo, la repetición de la misma serie de acciones determina la existencia de un patrón. Cuando se configura la existencia del mismo, es posible predecir cómo podría actuar un jugador a futuro frente a determinadas circunstancias.

En el ajedrez del gobierno, las últimas dos partidas vienen a confirmar la existencia de un patrón de comportamiento por parte de algunos jugadores, que constituye una seria amenaza a la supervivencia del rey.

En retrospectiva, la reforma fiscal de octubre y la marcha sobre Friusa muestran paralelismos preocupantes que deben llamar la atención del presidente. Ambas situaciones fueron vistas venir con tiempo, y, en ambas, la comunicación falló.

Tanto en una como en otra, las reacciones que produjeron en la ciudadanía pudieron haberse manejado con comunicación educativa previa; así como los recursos y esfuerzos destinados a los manejos reactivos de las crisis habrían sido menores, de haberse utilizado preventivamente.

Al margen de fallas comunicacionales –recurrentes y estructurales, pero también prevenibles y mejorables–, llama a preocupación la ausencia de espíritu de cuerpo entre la mayoría de los funcionarios (algunos precandidatos) con que cuenta el presidente; y, sobre todo, la parálisis discursiva de muchos de ellos, que no asumen una defensa efectiva, delegando toda la responsabilidad en el vocero.

Llegada la hora de la pelea, al presidente lo dejan solo. No es la primera vez, porque es un patrón recurrente el silencio de muchos funcionarios que, ante los ataques despiadados (y hasta irrespetuosos) que recibe el presidente, prefieren guardar silencio y “concentrarse” en sus funciones.

El presidente que observe quiénes son los que crisis tras crisis salen a defender su gobierno –incluso arriesgando su capital político en una partida–, y quiénes deciden “preservarse” para no contaminar su historial de “likes” con comentarios negativos. Que como en lo poco en lo mucho.

Lo otro, lo de entender que no hay forma de ganar la partida por más buen jugador que se sea si le hacen jaque mate al rey, es un tema, tanto de lealtad como de maestría; porque defender al rey es la única manera posible de ganar el juego, y abandonarlo a su suerte es la vía más segura de perderlo.

 


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