En la consulta de la enfermera de familia del centro de salud te acogemos a los siete o a los 15 días tras haber tenido a tu hijo. Sueles venir acompañada por tu pareja y a veces por tu madre o suegra. La imagen más habitual, que retengo en mi retina, aunque siempre hay excepciones, es la de una nueva mamá con aspecto cansado, algún que otro brillo en los ojos y dispuesta a ser ella la que desnude al bebé en la consulta, le cambie el pañal. Han sido nueve meses de larga espera donde la ilusión por la próxima maternidad se ha mezclado con la incertidumbre, cada día, de si “todo” irá bien, sin complicaciones y si el bebé nacería sano.
Tu cuerpo, y también tu mente, han ido teniendo cambios importantes en esta época y durante todo este tiempo has sido el centro de atención de cuidados de tu pareja, familia, profesionales y sanitarios. Con frases como «come un poco más de este guiso», «¿te pongo un cojín para la espalda?», «¿un masajito en los pies?» o recuerda que hoy «toca ecografía». ¡Todo un lujo!
Ahora ya tienes a tu bebé contigo, tras un parto sin complicaciones o puede que hayas tenido que pasar por una cesárea, y ante ti se abre un mundo desconocido, de ilusión, expectativas y ¡estás muy cansada!
Tu cuerpo ha sufrido un gran esfuerzo y las hormonas hacen de las suyas, poniéndose poco a poco en su lugar y afectando tanto a tu cuerpo como a tu mente. Es por ello que en la consulta, aunque es imprescindible valorar a tu bebé, me entretengo especialmente en ti y lo hago porque quiero conversar contigo, saber cómo estás afrontando esta nueva etapa de tu vida donde las ojeras delatan la falta de sueño, tus movimientos son lentos, dejando ver el cansancio del trabajo realizado y donde tus ojos, a veces empañados por unas lágrimas contenidas al preguntarte cómo te encuentras, no coinciden con tu sonrisa al responderme “estoy bien”.
Reconociendo tu situación pongo en voz alta aquellos puntos que considero fundamentales para tu cuidado:
Mira, Lourdes, es muy normal que te encuentres agotada, el trabajo de parto te ha cansado y además ahora tienes a un bebé agarrado a la teta día y noche. Entiendo tu sensación de sentir que ahora no existes, que no llegas a todo, que aquello que imaginabas como maravilloso, por lo que habías leído y visto en mil publicaciones, no tienen nada que ver con esta realidad y que incluso te adentres en ese pensamiento de culpabilidad cuando piensas “¿cómo puedo estar deseando separarme un poco de mi hijo si es lo más bonito que me ha pasado en la vida?” ¿Sabes? – te digo- es normal.
Es momento de cuidarte, comer bien, de forma variada, cinco veces al día y que bebas líquidos. Buscar momentos de descanso y debes permitir que Manolo haga de papá.
Y dirijo mi discurso a tu pareja, que puede estar tan perdido e inseguro como tú con la nueva responsabilidad, porque ya sabemos que los peques no vienen con un libro de instrucciones debajo del brazo y que me dice compungido “no puedo hacer nada, es ella la que tiene que dar la teta”.
Manolo, claro que puedes, es el momento de cuidar a Lourdes y de que tú asumas el rol de padre para ir poco a poco conociendo a tu hijo. Mira que cantidad de cosas puedes hacer, te propongo: encargarte del baño, del masaje, de sacarle a dar un paseo, de hacer momentos de piel con piel, de cambiar los pañales. No permitas visitas que vengan a que les pongas un refresco y a ver a tu hijo. Selecciona ayudas reales en casa; amigos o familia que asuman un cuidado efectivo y real; que os traigan comidas preparadas con cariño, la compra, que pongan una lavadora, planchen o limpien el cuarto de baño.
Facilita que Lourdes pueda desconectar un poco para simplemente tumbarse un rato, escuchar música o bajar a la peluquería. Cuida de que en casa no entren personas tóxicas de las que de todo saben y de todo entienden y cuestionen vuestra forma de cuidar en esta etapa.
¿Sabéis? No estáis solos.
Id tomando decisiones compartidas para la crianza de vuestro bebé y si surgen dudas, acudid a aquellas personas que os generen confianza. Podemos ser nosotras, la matrona, el pediatra, un grupo de apoyo a la lactancia o vuestras madres.
¡Lo estáis haciendo bien! Daros tiempo para adaptaros a esta nueva realidad tan preciosa que es lo que os toca ahora. No queráis entrar en el nivel de la perfección, no pasa nada porque haya más polvo en los muebles o porque la cama quede sin hacer.
Dejaos cuidar y pedid ayuda cuando lo necesitéis, os ayudará a disfrutar de la crianza de vuestro hijo y recordad que las enfermeras de familia estaremos siempre a vuestra disposición.