Opinión

Así anda nuestro mundo hoy día


Por: JUAN ARIEL JIMÉNEZ

Hasta hace pocos años el trabajo ideal con el que soñaban muchas personas era un empleo estable en una empresa, uno que les garantizara recibir ingresos fijos, ser promovidos cada cierto tiempo y pensionarse tranquilamente al llegar a la vejez. Pero esta realidad ha cambiado, los jóvenes de hoy tienen un concepto muy distinto de trabajo ideal, aprecian más el “ser dueños de su propio tiempo” y “ser sus propios jefes”.

Una de las consecuencias del cambio de modelo de trabajo que ha ocurrido en décadas recientes es que el sistema de seguridad social cada vez da menos respuesta a las personas, por lo que está obligado a transformarse o perecer.

Y es que el sistema de seguridad social que predomina en muchos países, incluyendo a la República Dominicana, fue diseñado por el gobierno de Otto von Bismarck en la Alemania industrial del siglo XIX, y solo funciona si la mayoría de los individuos permanecen gran parte de su vida laboral en un trabajo formal, pues en dicho empleo se descuenta una parte del salario para ahorrar para sus pensiones, y para pagar los seguros de salud y de riesgos laborales.

Por el contrario, el mercado laboral actual tiene cada vez menos trabajadores formales, ya que los individuos van cambiando entre un empleo formal, un empleo informal y trabajo independiente. En consecuencia, solo recibirán un salario durante los años que estén en el empleo formal, mientras que el resto del tiempo recibirán ingresos de una forma que no les permitiría ni contratar un seguro de salud contributivo, ni un seguro de riesgos laborales, ni tampoco ahorrar para sus pensiones.

La introducción de nuevas tecnologías como ChatGPT y la automatización de los trabajos manuales producirán cambios aún más drásticos en el mercado laboral, por lo que el trabajo formal irá perdiendo cada vez más espacio, y con ello el sistema de seguridad social.

Veamos algunos ejemplos.

Un mensajero de una empresa recibe un salario que le permite contratar un seguro médico y un seguro de riesgos laborales, y además cotizar mensualmente para su cuenta de pensiones. Si dicho mensajero logra pasar cuarenta años trabajando para dicha empresa, durante esas cuatro décadas estaría todo el tiempo protegido y acumularía suficiente dinero para pensionarse.

 

Uber

Hoy día, hay más choferes de Uber que mensajeros de empresas. Pero los choferes de Uber no son empleados de una empresa llamada Uber, más bien son proveedores de sus propios servicios de transporte que usan Uber como plataforma para conseguir clientes. En lugar de recibir un sueldo de Uber, le pagan un monto a Uber por cada viaje. Por ende, no reciben un salario, sino que reciben ingresos que no les permiten ni sacar seguro médico contributivo, ni seguro de riesgos laborales, y mucho menos ahorrar para su pensión.

Y lo mismo ocurre con decenas de miles de personas que se dedican a los nuevos empleos del siglo XXI como manejadores de redes sociales (community managers), generadores de contenido para las redes, instructores por Internet o administradores de apartamentos por AirBnb.

Otro ejemplo sería el teletrabajo. Si una persona tiene un accidente mientras está en su casa trabajando a distancia, ¿se consideraría un accidente laboral por el hecho de que está en horario laboral?

Algunos dirán que el trabajador estaba en su casa, por lo que cualquier accidente que ocurra en su hogar nada tiene que ver con su trabajo. Otros dirán que ese trabajador había acordado con su empresa que ese espacio de la casa sería su lugar de trabajo, incluso que la empresa le requirió ciertas condiciones de equipamiento (computadora, impresora, etc), por lo que es un accidente laboral. En lo que se decide el caso, el trabajador está sin un seguro que cubra los gastos médicos de su accidente.

Estos son solo unos ejemplos que muestran cómo la seguridad social está diseñada para una realidad que cada día se diluye más. Hace falta actualizar el modelo a las nuevas dinámicas que surgen por los cambios productivos y tecnológicos, un mundo donde las nuevas generaciones sueñan más con ser bloggeros e influencers, que con ser gerentes de una empresa.

En definitiva, el mundo lleva dos siglos de profundas transformaciones en sus estructuras productivas, pero los esquemas institucionales muestran un alarmante estancamiento. Con la rapidez de los cambios, ya hasta mirar al presente resulta desfasado; se hace obligatorio mirar cada vez más hacia al futuro, antes de que se nos haga demasiado tarde.

 

 

 


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