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Cesar Medina… pobre millonario


Por: Alfredo Feites

El periodista César Medina sufre de un cáncer terminal.  Nada del otro mundo.  Cáncer de todo tipo son diagnosticados todos los días.  El que sea terminal no hace ninguna diferencia, diariamente muere gente, sin importar clase social, color de la piel, preferencia sexual o religiosa.  Es ley de la vida, todos vamos a morir.

Que hace su situación diferente?  Creo que lo más relevante es que como figura pública, la solidaridad de sus conciudadanos debió de volcarse con mensajes de apoyo y buenos deseos para una pronta recuperación.  No ha sido así.  Los comentarios de la gente ante la noticia van desde la indiferencia hasta la crueldad.  Los más compasivos se limitan a un “le deseo que  supere la enfermedad”.  Y créanme, estos son los menos.  Particularmente no nos alegramos… tampoco lo lamentamos.  Nosotros hemos recibido con resignación la partida de familiares muy queridos, amigos, etc.  Al periodista solo se le agotó su tiempo de vida terrenal.  Entonces no vemos la necesidad de manifestarnos al respecto.

Lo que si hace diferente la situación es la cuestionable fortuna acumulada por el señor César Medina, que no es producto de un trabajo honesto y tenaz sino de su habilidad para convertir en efectivo su incidencia en los medios del país que crean opinión pública.

Estoy seguro que en estos momentos el no vacilaría en cambiar todos sus bienes por unos cuantos años más de vida. Ironía de la vida que a veces nos hace cada trastada en el momento que menos lo esperamos.  Él estaba en el clímax de su profesión, disfrutando como muy pocos las mieles del poder.  Hoy, seguramente que no vacilaría en cambiarse por el más humilde de los dominicanos.

Llegar millonario al final de tus días repudiado por una respetable parte de la población no es la forma más digna ni decorosa de partir de este mundo.  Tampoco la más agradable.  No es como hayas vivido lo que cuenta, sino como hayas terminado. Francis Caamaño, solo por mencionar un ejemplo, que pasó una parte de su vida al servicio del oprobioso régimen trujillista,  participante según algunos, de la masacre de Palma Sola y otras acciones represivas, rectificó a tiempo y decidió colocarse del lado correcto de la historia, dedicando el resto de sus días a servirle al país.  Al final, partió de esta vida por la puerta grande, aquella que solo se despliega ante el paso de los hijos predilectos de la Patria.

Mis recomendaciones al señor Medina, si estuviera a mi alcance hacerlas, serían las mismas que le daría a cualquier ser humano que se encuentre en su  situación.  Le diría que aproveche el poco o mucho tiempo que le quede a reivindicarse frente al país.  Que haga un mea culpa frente a la nación, que le sirva de ejemplo a esa ola de jóvenes periodistas que está surgiendo.  Que les diga que se equivocó.  Que lo importante no es servirse del país sino servirle.  Que lo que realmente importa es ganarse el respeto de sus conciudadanos, que sus opiniones valen más cuando van acompañadas del buen ejemplo.  Que la misión del periodista es sagrada.  Que su pluma tiene el poder para denunciar las cosas malas y exaltar las buenas, para que  así las cosas cambien hacia lo mejor.  Que miren su ejemplo, que no hay humillación  más grande para un ciudadano que la de morir ignorado y en algunos casos despreciado por su gente.  Que no vale la pena sacrificar la credibilidad en aras de una fortuna que no podrá acompañarnos en nuestro último viaje.  Que la verdadera riqueza es la que se lleva por dentro… la que no se ve, la que no se le puede colgar un precio.


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