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El Covid-19 continúa causando estragos en el país; golpea con fuerza al sector salud


Santo Domingo. – Más de 15 meses conviviendo con Covid-19 debió servir para acumular experiencias y reducir los daños a la salud de la población en todo el mundo.

La realidad es que no ha sido así porque tanto en República Dominicana como en la mayoría de los países, la gestión de la pandemia está en manos de funcionarios que acomodan el combate al virus a las expectativas políticas del gobierno.

Otro fuera el resultado si las políticas sanitarias fueran gestionadas por técnicos que colocaran la recuperación de la salud como el centro de toda la acción de gobierno, sin tratar de “quemar etapas” para dar la apariencia de una normalidad que no existe.

Ejemplos de ese tipo de prácticas sobran en América y Europa.

Las “políticas” sanitarias de Donald Trump llevaron a Estados Unidos a convertirse en la primera potencia mundial del coronavirus y hoy tiene un saldo de 31 millones de infectados registrados, de los que 560,000 fallecieron.

Ese es el resultado neto en un país que tiene un sistema sanitario que responde, expertos, investigadores, la economía más grande, las mayores ventajas para el intercambio económico y un gran control de las operaciones financieras en todo el mundo.

Nada de eso bastó porque Trump minimizó el poder destructivo de la pandemia para tratar de mantener el crecimiento económico, dar confianza a la población y pasar su reelección presidencial.

¿Qué pasó? Estados Unidos pagó un altísimo precio en deterioro de su salud y muertes y pese a las enormes inyecciones de fondos estatales, la economía no se ha recuperado lo suficiente y Trump perdió la reelección.

A pesar de las políticas más agresivas contra el virus en la administración de Joe Biden, Estados Unidos tiene un promedio de infectados superior a los 65,000 casos diarios.

Brasil y Europa
Otro caso ilustrativo del desastre que provoca el manejo político y no técnico de una pandemia es el de Brasil, donde la “conducción” del capitán Bolsonaro se ha saldado con más de 13 millones de contagiados y 340,000 muertes, el balance más siniestro en América Latina y el segundo peor del mundo, solo precedido por el de Estados Unidos.

Aunque los traspiés de Europa son relativamente menores, la mayoría de los países tiene altos niveles de contagio y muertes, y lo peor, han pasado por tres olas y las nuevas cepas siguen infectando a la población, provocando confinamientos y obstruyendo el sistema educativo y la recuperación de la economía.

El solo hecho de que Alemania, la economía más próspera de Europa, arrastrara un déficit presupuestario de 225,000 millones de dólares al cierre de 2020, da una idea de la situación que atraviesa ese país, sobre todo si se toma en cuenta que en el año 2018 tuvo un superávit de 75,000 millones de dólares y en 2019 alcanzó los 54,000 millones de dólares.

República Dominicana
El combate al Covid-19 inicialmente chocó con todas las precariedades del país en su sistema sanitario y de la seguridad social, lo que unido a la falta de equipos, insumos, la escasa educación sanitaria de la población y la inexperiencia en la aplicación del protocolo de tratamiento en todo el mundo, contribuyó a la propagación del virus.

Esa no es la situación de ahora. Ya hay información suficiente acerca de las medidas efectivas de prevención del contagio, hay mascarillas de sobra en todas partes, higienizantes, espacio para mantener la distancia entre personas y reactivos suficientes para pruebas diagnósticas, medicamentos para tratar las complicaciones y hasta vacunas.

Todo eso está disponible en los mercados, por lo que prevenir y hacer pruebas diagnósticas para detectar los focos infecciosos y adoptar las medidas sanitarias apropiadas para reducir la propagación de Covid-19, es un asunto de darle prioridad a este problema, buena gerencia y recursos para la ejecución.

Pocas pruebas
Hasta el martes, las cifras de pruebas que estaba registrando el Ministerio de Salud eran inferiores a la cantidad de personas que sale diariamente para Estados Unidos, donde tienen que presentar resultados negativos para ser admitidos.

Si no se hacen pruebas, no puede haber cifras altas de casos positivos de Covid-19, lo que da la falsa apariencia de que está bajando el contagio y el país puede irse a la normalidad y dar rienda suelta a actividades de todo tipo.

El ejemplo de Baní
Según el boletín de Salud Pública, en la provincia Peravia dieron positivo al virus seis personas el pasado martes, pero solo hicieron 30 pruebas diagnósticas.

El miércoles hicieron casi el doble de las pruebas (55) y los casos positivos se elevaron a 11. Exactamente proporcional. ¿Qué pasaría si en esa provincia que tiene más de 200,000 habitantes se hicieran 300 pruebas hoy? Que el resultado positivo sería de al menos 60 infectados.

Mientras en el país no haya una política de pruebas diagnósticas masivas, gratuitas y fáciles para la población –que ahora no es así–, no será posible dominar la pandemia y mucho menos poner a la economía en una dinámica productiva que combine la oferta con la demanda, se genere empleo y la población esté en condición de comprar.

Vacunas no son panacea
Con todas las dificultades que ha tenido el gobierno para adquirir las vacunas por el pésimo negocio con AstraZeneca y con Pfizer por 18 millones de dosis de las que no ha llegado una sola, las autoridades han avanzado en la vacunación por la audaz negociación con China para adquirir las de Sinovac.

Ahora corresponde que el gobierno asegure las dosis que faltan con quienes las tienen y las van a entregar según contratos: Rusia, China y Cuba, con la ventaja de que esta última está muy cerca para mantener un flujo continuo de envíos si es que no se puede producir en el país con su fórmula y con sus técnicos.

Aquí hay “expertos” prometiendo que con la vacunación de una parte importante de la población el país irá cobrando la normalidad para los negocios y la vida social.

Eso es relativo porque las vacunas están en prueba y no son una panacea.

Baste observar que Chile tiene el 22% de su población vacunada con dos dosis y su capital, Santiago, lleva diez días en confinamiento por un repunte bravío de contagios y sus hospitales ocupados en un 95% de su capacidad.

Estados Unidos tiene el 19% de su población con dos dosis y el miércoles registró más de 70,000 contagios en 24 horas.

Vacunación con relajamiento de las otras medidas de prevención equivale a botar el dinero público porque el contagio no se detiene.

Si la sola vacuna impidiera la propagación del virus, ya en Israel y Emiratos Árabes Unidos no hubiese nuevos casos porque la mayoría de su población ha sido inmunizada, pero los brotes aún continúan.

Seamos realistas porque no vale la pena tratar de “llegar solo ni pronto, sino con todos y a tiempo”, como recomienda el poeta León Felipe.


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