Suiza.-Al hablar de tenis son muy pocos, o casi nadie, los que no logran asociar el deporte blanco con uno de los jugadores más representativos del mundo y del deporte en general: Roger Federer. El de Basilea es catalogado por muchos como el mejor tenista de la historia, algo que pocos se atreven a discutir, pero en lo que muchos si estaban de acuerdo era que los mejores tiempos del suizo ya habían pasado.
Sin embargo, como sucede en muchos aspectos de la vida los grandes siempre tienen la última palabra y tal como demostró en este 2017 Federer todavía tiene mucho que decir.
Un calendario corto para brillar
La fe inquebrantable en uno mismo es importante y el suizo, tras un 2016 decepcionante en el que se despidió muy pronto por una lesión de rodilla, aún confiaba en que podía ser competitivo a nivel profesional. Con lo que no contaba ni siquiera él es que el calendario, tal como lo armó para sí mismo con solo 13 torneos, le traería unos réditos tan productivos.
Federer comenzó su campaña participando en el Abierto de Australia, esto luego de una esperanzadora participación en la Hopman Cup. Lo que ocurrió fue verdaderamente espectacular, porque “Su Majestad” hizo gala de todo su repertorio para ir eliminando rivales. Su revés de una mano, su saque magistral, su buen juego tanto en el fondo como en la red, se combinó con una precisión de otros tiempos en sus golpes que lo empujaron, no sin algunas dificultades, a disputar la gran final ante Rafael Nadal.
Contra su amigo y más implacable rival tendría una batalla épica que haría rememorar aquella época en la que ambos dominaban el tenis mundial. Roger se impuso en cinco duros sets, por 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3, para cosechar su decimoctavo título de Grand Slamy seguir poniendo distancia en su récord como el tenista con más títulos de Grand Slam de la historia.
Luego de su imponente victoria en Australia, perdería en octavos en el torneo de Dubai aunque su verdugo, Evgeny Donskoy, tuvo que sudar mucho para vencerlo. Tras ese traspié su gira en las canchas duras en Norteamérica sería brillante. En los dos primeros Masters 1.000 del año, Indian Wells y Miami, el helvético se impondría con una solvencia pasmosa. En el torneo californiano vencería en la final a Stan Wawrinka; sin embargo lo impresionante sería que ganaría a Nadal en ambos eventos, en el primero en octavos y en el segundo en la final, para aumentar la cuenta a cuatro sus triunfos seguidos sobre el español (tres en este mismo año) y a 91 los trofeos obtenidos en su carrera profesional.
La clave de su gran campaña llegó al saltarse toda la temporada de tierra batida. Federer consiente de sus virtudes consideró que lo mejor era pasar por alto una superficie donde la exigencia es máxima y en la que su cuerpo se vería muy expuesto, para centrarse así en alargar tanto su carrera deportiva como en tener una buena actuación en la etapa de hierba que ya se venía.
Con las expectativas altas por cómo el suizo estaba jugando y su decisión de saltarse las canchas de arcilla, arrancó en el torneo de Stuttgart su temporada en hierba y en su primer duelo ante Tommy Hass cayó derrotado. Las críticas se veían venir, pero todo se reparó con su participación excelsa en el Halle Open, donde se llevó el título sin perder un solo set, al vencer a Alexander Zverev, ganando este torneo por novena ocasión e igualando a Nadal en dos marcas: ser los únicos en ganar un mismo torneo más de ocho veces (el español lo ha hecho con varios torneos y hasta ganándolos 10 veces) y también en ganar 18 títulos de ATP 500.
imbledon hizo su aparición y el tercer Grand Slam del año sería el escenario de una nueva hazaña del “Reloj suizo”. Federer demostraría toda su maestría en esta superficie como no se veía en años y ganaría el torneo sin ceder un solo set, en la final derrotaría a Marin Cilic, siendo este su octavo título del Wimbledon y el decimonoveno en Grand Slam, aumentando nuevamente su ventaja en este renglón que domina. Además, gracias a este triunfo aseguró su presencia en el ATP Finals 2017.
Federer volvería a tierras norteamericanas para jugar los Masters 1.000 de Canadá y Cincinnati. Su magia siguió repartiéndose en Montreal; incluso logró llegar a la final pero los problemas llegaron en forma de dolores en su espalda, algo que al final lo mermaría y le impediría ganar el duelo contra el menor de los hermanos Zverev. Por esos mismos dolores tuvo que retirarse del torneo de Cincinnati sin si quiera participar y se temió que no pudiera jugar el US Open, aunque al final no se perdería el último Grand Slam del año.
En el Abierto de Estados Unidos tuvo algunos inconvenientes en sus primeros duelos, pero poco a poco se fue aclimatando y consiguió llegar hasta los cuartos de final. Allí enfrento a Juan Martín del Potro en un partido en el que el saque letal del argentino y sus propios errores le costaron el triunfo.
Cuando los títulos parecía que ya se habían acabado para Federer, en el Masters 1.000 de Shanghái volvería a saborearlos. En la cita asiática desarrollaría un tenis esplendido, certificando su mejoría con dos partidos claves: ganando a del Potro en semifinales, vengándose así de lo sucedido en el US Open, y quedándose con el título al vencer a Nadal en la final y por cuarta vez en el 2017.
Tras su triunfo en China tendría que ir a Suiza a ser profeta en su tierra. Federer sacaría de nuevo toda su casta y continuaría su racha gloriosa ganando el torneo en Basileadándole una nueva lección a del Potro en la final y llevándose su título número 95. Aunque el argentino siempre le complica las cosas al helvético, puede que se lo piense dos veces antes de volver a ganarle. Además, con la victoria volvería a igualar a Nadal como los máximos ganadores de torneos ATP 500, con 19 títulos cada uno. Luego de ganar en casa no asistiría al último Masters 1.000 del año, en París, alegando que debía descansar.
Su descanso para el ATP Finals le cayó como anillo al dedo porque pudo vencer en su grupo a sus tres contrincantes: Jack Sock, Alexander Zverev y Marin Cilic. Ya en semifinales y como máximo favorito tras el retiro de Nadal, se vería sorprendido por un buen David Goffin que lo eliminaría en tres sets y así terminaría su temporada.
Roger Federer fue sin duda el mejor tenista de este 2017. Segundo en el ránking ATP, con 9605 puntos, con un récord de 52 victorias y cinco derrotas, siete títulos este año, dos de ellos Grand Slams y tres Masters 1.000, dio pruebas de lo vigente que está y protagonizó un regreso (este renglón lo comparte con Nadal) a la gloria tan maravilloso como grandioso.
El suizo asombró en la pista por su golpeo, su revés de una mano, su resistencia, su mentalidad ganadora, su inteligencia a la hora de jugarse los puntos, además de su estilo depurado y perfeccionista que no le dieron opciones a sus rivales y lo dejaron a las puertas de un número 1 que se terminó quedando un Nadal que, aunque participó en más torneos y pudo acumular más puntos, casi se queda sin la cima del ránking porque hasta última hora Federer pudo quitárselo.
Para el 2018 parece que seguirá un calendario similar, saltándose la etapa en arcilla, y jugando torneos muy precisos. El fin es alargar su carrera deportiva y continuar acumulando éxitos. Viendo lo bien que funcionó, no habrá muchos que se opongan a que lo vuelva a hacer y siga agrandando la leyenda de un reloj que luce más vigente que nunca.