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Ha muerto un gran hombre: mi querido viejo


Por: Robinson R. Gálvez Lay

Iniciando el mes de diciembre pasado (2016) a mi querido e inolvidable padre, José Ramón Gálvez Sánchez, se le detectó cáncer de colon maligno, ya en un tercer grado de cuatro, lo que los expertos llaman estadío, y por lo que se vio postrado durante alrededor de cinco (5) meses.

Siempre estuvimos pendientes, paso a paso y minuto a minuto de los chequeos, estudios, análisis, y así de sus resultados, sobre todo por la envergadura del tipo de enfermedad que era, mala por demás.

Recuerdo una de esas mañanas frías de diciembre, cuando salimos en caravana desde su casa, mis hermanos y yo, a llevar a nuestro adorado viejo al centro médico donde le iban a practicar la biopsia, en la que detectaron la malvada enfermedad.

Yo iba en mi vehículo, detrás del de mi hermano Junior, quien transportaba a nuestro inolvidable padre, con mi hermana Ana Estherlin de co-piloto y le decía, en todo el camino, que no me gustaba ese viaje, incluso me sentía tenso, lo que le hacía saber a cada momento.

Luego de detectarle la enfermedad que nos lo llevó iniciando la Semana Mayor, específicamente el Miércoles Santo, recurrimos a un proceso bien fuerte en la familia, por lo que tuvimos que descuidarnos de la costumbre habitual, incluyendo la asistencia al trabajo de cada uno de nosotros sus hijos, y asuntos personales como descuidarnos de nuestras esposas e hijos.

Un padre así no se olvida fácil – Viejo mi querido viejo

Siempre fue un trabajador incansable, y así nos inculcó el trabajo y el estudio. Recuerdo siendo yo un niño con apenas 13 años de edad, junto a mi hermano Wilton, con 12 años, papi se encontró con un amigo, llamado Nelson, que conoció en San José de Ocoa (donde vivimos poco tiempo cuando salimos de Cenoví-San Fco. de Macorís) y que aquí tenía un taller de desabolladura y pintura, y le dijo, “te voy a mandar a mis dos hijos más pequeños para que me los pongas a hacer algo”, a lo que el amigo Nelson aceptó. Mi primer trabajo.

Sin ser estudiado ni una persona de poder adquisitivo, económicamente hablando, siempre se preocupó, junto a nuestra querida madre, porque nosotros estuviéramos en colegios privados, y que los mayores, Junior y Ana Estherlin, estudiaran en institutos de idiomas, así como cursos técnicos de diferentes áreas, en aras de sacarnos hacia adelante.

Fue, junto a nuestra adorada madre, un impulsor de una buena educación casera, esa educación doméstica que tanto se pide en estos tiempos. Le encantaba cuando llegaba al mediodía, cuando solía ir a almorzar y de noche cuando llegaba ya de retirada del día, que todos sus hijos estuviéramos en casa esperando su llegada para darle el beso que nos acostumbró darle de bienvenida o despedida.

Una anécdota a resaltar con papi, apropósito del beso. Una tarde llegó a casa y yo estaba en las afueras con mis amigos del barrio y él fue a ponerme la mejilla para que le diera el acostumbrado beso y no se lo quise dar, porque por cosas de muchacho me daba vergüenza, y cuando entré a la casa, fui a darle el beso y me sacó en cara que yo era un “agentao”, porque no le quise dar el beso delante de mis amigos, lo que me pesó y hasta el día de su muerte se lo daba en cualquier escenario y delante de quien estuviera presente. Muy lindo recuerdo.

Siempre era amante a la cercanía con los demás, sobre todo con las familias. Los fines de semana le fascinaba montarnos en una camioneta Toyota Hilux blanca que tenía para ir a visitar a diferentes miembros de la familia, ya sea del lado de mami o de él mismo, pero le encantaba compartir con los familiares.

Ni hablar de los encuentros entre nosotros. Ya teníamos una tradición de juntarnos cada fin de semana, nos turnábamos el lugar; un fin de semana en la casa de él y mami, el próximo en la casa de Junior, otro en la de Wilton, el próximo en la casa de Ana Estherlin y otro en la mía, siempre lo hacíamos desde temprano para disfrutar de ellos y ellos de nosotros y sus nietos.

Gozaba a plenitud y más que cualquiera, esos cumpleaños de cada uno de nosotros, la época navideña, era el que más resaltaba por sus bailes, por su contentura, y a veces hasta ponía los temas a tratar (ni yo, que soy el comunicador de la familia).

Sin dudas, papi nos dejó un buen legado y recuerdos, como el trabajo, la unión en familia, un accionar intachable, así como la contentura con la que participaba en nuestros encuentros, lo que nos obliga a continuar unidos y apegados a ese legado que no podemos renunciar.

Siempre orgullosos del apellido Gálvez que nos dio, sin nada de qué arrepentirnos ni lamentar y le recuerdo papi, que nosotros, los tres barones de la casa, siempre cuidaremos de mami y de Ana Estherlin, que era parte de su preocupación.

Ana Estherlin, Junior, Wilton, Mami y yo, siempre lo vamos a recordar y le recuerdo que quedamos orgullosos de usted, porque como dice Leo Dan en su canción, usted fue un gran tipo mi viejo.

¡Gracias papi por lo que fue con nosotros!

 


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