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La dignidad en Awilda Reyes Beltré


La jueza Awilda Reyes Beltré, acusada por el Ministerio Público de formar parte de una red de tráfico de influencias y emisión de sentencias vendidas, ha dicho que renuncia de la justicia dominicana por el paredón que ha establecido Mariano Germán Mejía, presidente de la Suprema Corte de Justicia. Dice que ha sido acusada y perseguida políticamente, y que renuncia para no perder su dignidad.

Awilda Reyes Beltré, ex jueza acusada de corrupción.
Es un extraño caso de proteger la honorabilidad, y más si se trata de una jueza que ha sido cuestionada y que fue sorprendida in fraganti en la comisión de irregularidades. Cuando fue llamada ante el despacho de la Suprema Corte de Justicia, y se le pidió ir a buscar el dinero que había recibido por una sentencia, fue acompañada por un magistrado a recoger el dinero guardado y lo dejó en manos de Mariano Germán Mejía.

La lista de sentencias favoreciendo casos nauseabundos es muy conocida. Condenó al Estado en varias ocasiones, entregó aviones a delincuentes perseguidos de la justicia y dictó libertad a sicarios. Es lo que ha dicho el Ministerio Público, aparte de muchas otras diabluras que se le atribuyen. Cuando se vio acorralada y momentos antes de que se dictara sentencia sobre su caso, Awilda Reyes Beltré decidió renunciar como juez para evadir la decisión del Consejo del Poder Judicial. No evita sin embargo, la decisión del tribunal penal que deberá conocer sus actuaciones, independientemente de su “renuncia”.

El artículo 184 de la Ley de Carrera Judicial es muy claro respecto a este tema. Haga lo que haga Reyes Beltré tendrá que escuchar el veredicto de los jueces que juzgan su papel vergonzoso en la posición que desempeñó:

“Artículo 184.- La presentación o la aceptación de una renuncia no constituye obstáculo para ejercer la acción disciplinaria. Tampoco impide su continuación ni la fijación de la sanción, ni la responsabilidad civil y penal que pueda recaer sobre el juez renunciante.” Más claro de ahí no es posible tenerlo.

El daño infringido a la sociedad es muy grande. Y el daño a la justicia, en una imagen denigrante y vomitiva, es peor todavía. ¿Cómo es posible que se hable de dignidad en una circunstancia como esta? Definitivamente, se trata de un extraño caso de inversión de valores y de distorsión de la realidad. Tiene que haber justicia y debe buscarse una reparación de los daños causados. Por el bien del país y de los jueces que quedan con dignidad en el sistema de justicia dominicana.


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