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La recuperación global


Por: Margarita Cedeño

Desde el mis­mo momento en que cons­tatamos los efectos devas­tadores de la pandemia del COVID-19, solo una cosa es­taba segura para toda la hu­manidad: la crisis sería am­plia, devastadora y difícil de sortear. Pero no es la primera vez que el mundo se enfrenta a retos de gran envergadura, quizás este sea el momento de poner a prueba nuestras experiencias acumuladas, los avances tecnológicos en to­das las áreas del conocimien­to y la capacidad de respon­der de manera coordinada e interdependiente a una situa­ción adversa verdaderamen­te global y simultánea.

En el contexto actual, la cooperación multilateral juega un papel determinan­te a la hora de definir las lí­neas generales del mundo post-pandemia. En el 2000, los países se reunieron pa­ra acordar la Declaración del Milenio, un compromiso fir­me para enfrentar las bre­chas sociales que nos había legado el mundo de la Gue­rra Fría.

Pasados quince años de ese ejercicio, los líderes mun­diales volvieron a la mesa del debate en las Naciones Uni­das para acordar los Objeti­vos de Desarrollo Sostenible, una hoja de ruta que com­prende mejor las intersec­ciones donde se encuentran el desarrollo económico y el bienestar social. Pero ahora que ya vemos una luz al fi­nal del largo túnel de la cri­sis del coronavirus, es mo­mento de revisar la hoja de ruta de los ODS y ajustar los objetivos para que generan una mayor cooperación en­tre los países, más solidari­dad y coordinación.

También es el momento de abordar la necesaria reforma institucional de la Organiza­ción de las Naciones Unidas y de sus organismos. No habrá ninguna estrategia de coordi­nación efectiva entre los paí­ses si no se cuenta con institu­ciones capaces de velar por el fiel cumplimiento de los acuer­dos alcanzados y que ajuste los objetivos y metas a la realidad de cada país. Corresponde a la ONU y a sus organismos ase­gurar el acceso equitativo de todos los países a los descubri­mientos científicos, a las líneas de financiamiento y a las faci­lidades institucionales que se pongan en ejecución para su­perar los efectos de esta crisis.

América Latina debe soli­citar, e incluso exigir si es ne­cesario, que los organismos internacionales y los meca­nismos de cooperación mul­tilateral adopten medidas que sirvan para superar las brechas que se han profun­dizado por efecto del coro­navirus. A diferencia de lo sucedido en otras crisis, el co­ronavirus no encontró a la re­gión en un ciclo económico positivo ni en una posición fiscal privilegiada, por el con­trario, aún no hemos aprecia­do en su justa dimensión el impacto económico y social de la pandemia.

Hoy en día corremos el riesgo de que los mercados y los países de renta alta, preocupados por su pro­pio bienestar, alimenta­dos por políticas e ideolo­gías de corte nacionalista, enfocados en el proteccio­nismo económico y enfras­cados en luchas por el lide­razgo global, dediquen sus esfuerzos a la mejoría de sus países primero y gene­ran brechas mayores en­tre los países ricos y lo más pobres.

En el Foro de Davos recién concluido, celebrado en for­mato virtual, se hizo mucho énfasis en que la estructura del nuevo mundo post-Co­vid sea pensada y construida con el concurso de todos los actores del globo terráqueo. Es un esfuerzo que solo se puede realizar desde la Or­ganización de las Naciones Unidas, con una actitud de cooperación que deben im­pulsar los líderes mundiales, pensando en la prosperidad global primero.


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