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Los enemigos de San Juan y la explotación minera


Por: Cristian Hidalgo

La provincia San Juan, ubicada en el sur profundo de la República Dominicana, considerada territorialmente la más grande del país, con una superficie de 3,569 km², y una población de aproximadamente 250 mil habitantes, se ubica en los actuales momentos en el centro de atención del país, no precisamente por ser la tierra natal de los actuales presidentes de la república, Danilo Medina y de la Cámara de Diputados, Lucía Medina, sino por sus recientes hallazgos de yacimientos de oro.

Mucho se habla en estos días de la explotación minera en San Juan; algunos postulan a su favor y la mayoría en contra. Quienes enarbolan la bandera de la explotación lo hacen tal vez por ignorar los daños irreversibles que tal actividad representaría para nuestra ecología y el peligro que significaría para la salud de quienes residen en los alrededores de los yacimientos, aguas abajo de las cuencas hidrográficas receptoras de los residuos; y muy especialmente para los obreros que laboren en dichas actividades.

La explotación de oro ya sea mediante extracción a cielo abierto o soterrada, produce severos daños al ecosistema y representa riesgos para la salud, tales como malformaciones en el cuerpo, disminución en la capacidad visual o auditiva, deficiencias en los sentidos y hasta la muerte misma. «El mercurio y el cianuro, elementos utilizados para la explotación de oro, son altamente perjudiciales: el primero porque produce enfermedades crónicas y el segundo enfermedades agudas”, según afirma el ingeniero de Minas de la Secretaría de Minas de Bolívar, Álvaro Vargas Martínez.

Conforme a estudios realizados por la Universidad de Cartagena, el primer perjudicado con el uso del mercurio es el minero, luego el medio ambiente y a través de éste el resto de la población. La absorción directa de vapor de mercurio liberado por la extracción del oro, provoca intoxicaciones que producen salivación excesiva, dificultad para respirar y fatiga, bronquitis, temblores e irritabilidad, cambios en la personalidad por daños en el cerebro, sensación de dientes que flotan y dolor en los mismos, daño renal y respiratorio que en muchos casos conducen a la muerte.

Las aguas abajo a los yacimientos mineros son contaminadas de manera inmediata; en el momento, al ser ingerida por el humano no se hace evidente el daño causado; sin embargo, al estar en contacto permanente con los peces y estos al digerir residuos de mercurio los transforman en la forma más tóxica de este elemento llamada metilmercurio, que luego afecta a las personas que lo consumen, muy especialmente las mujeres durante el embarazo, en cuyo caso lo transfieren por vía de la placenta al feto produciendo deformaciones en su rostro que ningún padre querrá percibir.

Hay una frase enquistada en el argot popular que dice: “una mentira repetida por muchos la hacen pasar como verdad”. A la población se le ha querido vender la idea de que la explotación minera no será dañina porque sería soterrada; esa es una solemne mentira. Si es cierto que la minería mediante túneles es menos dañina que la producida a cielo abierto, no menos cierto es que la propuesta para explotar el oro de San Juan mediante túneles, no obedece al deseo solidario de sus promotores de preservar nuestra salud, sino salvaguardar sus propios intereses, toda vez que los materiales a extraer se encuentran a más de 200 metros de profundidad de la superficie y hacerlo a cielo abierto es insostenible.

De todos modos, aunque no somos geólogos ni médicos, en conversaciones que sobre el particular hemos sostenido con eruditos en la materia, colegimos que el peor daño que en toda su historia se le podría hacer a nuestra provincia San Juan, es explotarla para extraer un oro que solamente hará ricos a unos cuantos, pero que no nos desplazará del 9no. lugar de pobreza que a nivel nacional estamos ocupando.

Los que por cobros de publicidad y migajas defienden semejante aberración, comprometiendo sus plumas y sus voces son acérrimos enemigos de nuestra provincia y como tal deben ser vistos. El desarrollo de San Juan vendrá en su momento, cuando se creen políticas públicas para ello y por la determinación de nosotros como pueblo; lo que no debemos permitir es que nos cambien espejitos por oro, ni nos den a ingerir veneno para aliviar un malestar.


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