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“Mis consejos al Consejo»


Por: Luis Eduardo Montero

«¡Habemus Jueces!»…

Sería la expresión que exclamaríamos en Latín para dar a conocer una esperada noticia.

Pues así es, la noticia es que ya tenemos un nuevo pleno en el Tribunal Superior Electoral (TSE) y también contamos con nuevos jueces en la Suprema Corte de Justicia (SCJ); en el caso de la suprema, eligieron a los magistrados que llenarán las vacantes en dicha corte, unos salieron por la edad máxima de 75 años permitidos por la Constitución y otro se eligió para sustituir al Dr. Julio César Castaños Guzmán, el cual renunció a la vicepresidencia de la SCJ para regresar a su antigua y amada casa: la espinosa Junta Central Electoral (JCE).

Bueno, después de este resumen informativo, quisiera centrar mis líneas de hoy hacia el intrínseco tema del artículo: «Mis consejos al Consejo».

Comenzaré por recordarle al Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) que la «Justicia» como Poder del Estado, es fundamental para la vida democrática de nuestro país; es la garante del respeto, protección y supremacía de los derechos y garantías fundamentales de todos los ciudadanos y ciudadanas de la república. Si elegimos jueces con un alto nivel de compromiso ético, pues nos abocamos naturalmente a la construcción de una sociedad con fuertes pilares de dignidad, derecho y justicia social.

También, quisiera aconsejarles que las personas que están en las llamadas «Altas Cortes» sean personas que no respondan a intereses políticos de terceros. Que puedan apelar al más alto sentido de la decencia y la ética, y  que además puedan dedicarse a la administración de una justicia honesta, imparcial e independiente.

Así mismo, le sugiero a ése «pléyade» del CNM, que en su más íntima convicción se comprometan siempre a llevar un proceso de selección transparente, basado en las normas y ley orgánica del Consejo y por supuesto partiendo de los criterios de escogencia que establece de forma explícita la Constitución de la República en su Artículo 180.

Es bueno que los prejuicios particulares de los miembros del Consejo no prevalezcan en el proceso de preselección y elección definitiva de los candidatos a ocupar posiciones judicialmente importantes para el presente y futuro de la nación dominicana.

 

Considero que ya es hora de que los cuadros políticos que aún están instalados en las Altas Cortes obedeciendo a sus jefes políticos, puedan desaparecer y «largarse» de esos tribunales; no podemos seguir permitiendo que jueces políticos administren nuestros procesos democráticos.

Mi último «consejo al Consejo» y a toda la sociedad dominicana, es que le siga los pasos a los jueces recién elegidos, que todos nos convirtamos en vigías del comportamiento de estos jueces y de los que más adelante van a elegir para conformar el Tribunal Constitucional (TC).

No nos confiemos mucho, mantengamos nuestra vista fija en ellos, demostrándoles que hay una «Sociedad Duartiana» empoderada y dispuesta a jugarse la vida por la dignidad y el bienestar de la República Dominicana.


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