Opinión

Miss Universo

Por: Inés Aizpún.

Es difícil entender que los concursos de belleza despierten pasiones, discusiones, acalorados debates y teorías conspiranoicas. Ni siquiera son entretenidos.

Tampoco se entiende que despierten rechazo visceral, críticas demoledoras, denigrantes comentarios hacia las participantes. ¿Por qué a alguien a quien no le interesan estos concursos le importaría lo más mínimo que mujeres hermosas compitan por una corona? «Porque es deningrante para la mujer», dicen los que en otros temas defienden que la mujer es dueña de su cuerpo «y ella decide».

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Exacto: como son dueñas de su cuerpo, ellas han decidido desfilar en traje de baño subidas a unos tacones imposibles, sin mirar dónde pisan y sonriendo. Nada fácil, probablemente.

¿Y la prueba de las preguntas? ¿Por qué habrían de contestar preguntas de política internacional, cultura general o demostrar que tocan el ukelele? Es un concurso de belleza y el premio se lo debe llevar la más bonita y no la que haya decidido acabar con el hambre en el mundo. Imaginen que en una entrevista de trabajo para un periódico, una postulante tuviera que desfilar en traje de baño. ¡Inconcebible! Pues es lo mismo… pero al revés.

Además, después de aquella  genialidad, «Confucio fue uno de los que inventó la confusión, fue uno de los chinos japoneses más antiguos», debieron eliminar esas pruebas. No preguntar nunca nada más.

(La libertad de elegir. Ser profesional, quedarse en casa a cuidar a sus hijos, lograr una corona de belleza, vivir sola. Manejar un camión, casarse con un viudo rico, adoptar gatos. Negarse a cocinar, tener una familia numerosa. Dejar todo atrás y huir con un joven de 25 años.)

Se supone que las mujeres deben/pueden elegir… pero solo lo que a los demás les parece bien que elijan.

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