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Periodista Juan Bolívar Díaz dice la misión de la Coalición Democrática por el Cambio será levantar la dignidad nacional tras estar situados como el país líder en corrupción


Santo Domingo. – El periodista y activista Juan Bolívar Díaz expresó el compromiso de la Coalición Democrática por el Cambio de rescatar la política y de la independencia de los poderes del Estado a través de lo que calificó como la mayor alianza político-social de carácter electoral de la historia política nacional.

En su discurso, Díaz sostuvo que los líderes de los 6 partidos políticos afines en planteamientos programáticos y prácticas democráticas y dirigentes de otras agrupaciones políticas y sociales tienen como misión “levantar la dignidad nacional ante las evaluaciones internacionales que sitúan nuestro país en el liderazgo en corrupción pública y en falta de ética empresarial, en poca transparencia, en desconfianza en la justicia, en la policía, en la actividad política, en déficit democrático”.

“Estamos aquí para exorcizar los demonios de la corrupción y su secuela de impunidad que sustraen una alta proporción de los recursos que genera nuestro pueblo. Que según estudio del BID nuestra malversación representa el 3% del PIB, este año 165 mil millones de pesos”, manifestó el profesional de la prensa.

A continuación, el discurso de Juan Bolívar Díaz en la Proclamación de la Coalición Democrática por el Cambio

23 de noviembre del 2019.-

Señor Luis Abinader, Candidato presidencial de la Coalición Democrática por el Cambio

Señor Hipólito Mejía, expresidente de la República

Doctora Milagros Ortiz Bosch, exvicepresidenta de la República

Señoras y señores dirigentes de los Partidos Revolucionario Moderno, Revolucionario Social Demócrata, Frente Amplio, Partido Humanista Dominicano, Dominicanos por el Cambio, y Alianza por la Democracia

Señoras y señores dirigentes y militantes de las agrupaciones Movimiento Independiente por el Rescate Democrático, Congreso Cívico, Bien Común, Conciencia Nacional y muchos otros llegados desde todo el país.

Compañeras y compañeros:

Agradezco sinceramente la encomienda de proclamar hoy aquí la Coalición Democrática por el Cambio.

Venimos de un largo proceso de concertación de lo que se configura como la mayor alianza político-social de carácter electoral de la historia política nacional.

Esta Coalición Democrática por el Cambio y la Regeneración Nacional que hoy proclamamos tiene la particularidad de ser fruto de la conjunción de preocupaciones de dirigentes políticos y de agrupaciones sociales, de profesionales, académicos y activistas vinculados a las luchas por el 4% del PIB para la educación, por la protección del medio ambiente y rescate de riquezas mineras y a la inmensa movilización de la Marcha Verde contra la corrupción y por el fin de la impunidad.

Hace ya un año se elaboró el anteproyecto de Lineamientos Básicos para un Gobierno de Regeneración Nacional y un Nuevo Modelo de Desarrollo Económico Social, concertado en una decena de encuentros sociales celebrados en todas las regiones del país, y luego con los partidos políticos preocupados por cambiar el derrotero en que se encuentra la nación.

Aquí estamos hoy, líderes de 6 partidos políticos afines en planteamientos programáticos y prácticas democráticas y dirigentes de otras agrupaciones políticas y sociales, en especial de las tres entidades que iniciaron el camino: el Movimiento Independiente de Rescate Democrático, el Congreso Cívico y Bien Común. Así como personalidades de todos los ámbitos de la sociedad.

Estamos aquí para comprometernos en el rescate de la política como la actividad digna de ocupar la atención de los seres humanos, que planteó el fundador Juan Pablo Duarte. Para recoger y recomponer los pedacitos de institucionalidad democrática que nos va dejando la mayor corporación para la expoliación de la nación de nuestra historia. Venimos al rescate de la independencia de los poderes del Estado, en que se sustenta la democracia. Pero también de la independencia de los sindicatos, de las academias, de las organizaciones gremiales y profesionales, comunitarias, y hasta políticas, subordinadas, cooptadas y divididas por la rapacidad gobernante.

Estamos aquí para exorcizar los demonios de la corrupción y su secuela de impunidad que sustraen una alta proporción de los recursos que genera nuestro pueblo. Que según estudio del BID nuestra malversación representa el 3% del PIB, este año 165 mil millones de pesos. Estamos convencidos de que la corrupción generalizada desde arriba se reproduce en la delincuencia común, que ambas son responsables de la inseguridad ciudadana y que no habrá seguridad para nadie en el reinado de la impunidad.

Hemos llegado aquí para levantar la dignidad nacional ante las evaluaciones internacionales que sitúan nuestro país en el liderazgo en corrupción pública y en falta de ética empresarial, en poca transparencia, en desconfianza en la justicia, en la policía, en la actividad política, en déficit democrático. Aparecemos también en los últimos escalones en calidad educativa, en inversión y calidad de la salud, en mortalidad materno-infantil, embarazos de adolescentes y matrimonio infantil, en cantidad de instituciones burocráticas, en proporción de empleados públicos por habitantes y hasta en feminicidios. Todas estas y muchas otras afrentas rebasan los niveles soportables de vergüenza.

Estamos aquí pretendiendo iniciar una gran revolución social. Sí, la revolución del imperio de la ley, de los preceptos fundamentales plasmados desde la primera Constitución de la República y ampliados al ritmo de nuestro tiempo. Es sobre el respeto a la institucionalidad democrática y a nuestros pactos y compromisos sociales que podremos abrir los surcos claros para que quepan todos los sueños, los de los padres fundadores, y de quienes durante 175 años han regado con sangre, sudor y lágrimas nuestros valles y montañas.

Ahí están los diagnósticos que, como diría el genial Freddy Beras Goico, nos dejan desnudos en medio de la calle y con las manos en los bolsillos, absurdamente desconcertados, cuando escuchamos que este es de los países de mayor crecimiento en casi seis décadas de incipiente democracia. Pero al mismo tiempo de los que más hemos desperdiciado las oportunidades de traducirlo en desarrollo humano, por los altos grados de corrupción, malversación y concentración del ingreso que generan extrema desigualdad.

Nos deslumbramos con el auge de construcciones y de los vehículos, pero al completar la segunda década de este siglo, todavía el 45% de nuestras viviendas no tienen agua potable dentro, y dos tercios sufren apagones que van desde una a 16 horas diariamente. Nos hacen recordar la estrofa merenguera de comienzo del siglo pasado: “ya Santiago tiene lo que no tenía, una planta eléctrica y agua en tubería”. Pero Santiago, como el resto del país, tiene cientos de miles de plantas eléctricas e inversores, y de cisternas para agenciarse esos servicios vitales, y comprar agua de botellones y por tanques.

Pregonamos un falso desarrollo y crecimiento económico, porque se fundamenta en el endeudamiento y en las remesas demás de dos millones de dominicanos que huyeron del país en 6 décadas, y que este año están enviando 7 mil millones de dólares, que hoy significan 364 mil millones de pesos, más de la mitad de todos los ingresos fiscales del año y 20% más que todo lo que paga el Estado en sueldos, pensiones y subsidios sociales.

¡Qué visitas sorpresas ni visitas sorpresas!, que han representado una inversión de 42 mil millones de pesos en 7 años, 6 mil millones anuales, apenas el 2% del monto de las remesas en este 2019. Pura propaganda política.

El otro falso fundamento del crecimiento económico pregonado es el endeudamiento, especialmente por 11 años consecutivos de déficits fiscales, que sobrepasaron la deuda pública consolidada, incluyendo la flotante y la clandestina, de los 55 mil millones de dólares, más del60% del PIB. Eso significa que cada dominicano que nace ya no llega con un pan o un plátano bajo el brazo, sino con una factura por 5 mil dólares, o 260 mil pesos. Porque en los últimos 19 años la deuda pública consolidada creció en 968%.

Entre los grandes desafíos del gobierno de regeneración nacional que propugnamos están las reformas y ajustes necesarios para garantizar la sostenibilidad financiera de la nación, evitando que la bomba de la deuda nos explote en las manos y que empuje a cientos de miles de dominicanas y dominicanos a peores niveles de pobreza. El saneamiento no podrá implicar recesión, sino reorientación del gasto, supresión de la franja de corrupción y malversación, de las duplicidades, del rentismo y del clientelismo.

En nuestros lineamientos incluimos verdaderas políticas sociales que mejoren la calidad de vida en: agua potable, vivienda, transporte, salubridad, y medio ambiente, sin atar ni adormecer las conciencias de los más vulnerables, promoviéndolos para que liberen sus fuerzas espirituales y para que se levanten y anden por sus propios medios.

El rescate que concebimos es integral, de todo el territorio, teniendo como base el municipio con su ayuntamiento, eje transversal del desarrollo y la institucionalidad democrática, haciendo más justa la inversión pública, privilegiando las zonas de más apremios. Ninguna nación ha podido lograr apreciables niveles de desarrollo e institucionalidad sin una efectiva política de descentralización, basada en sus recursos y atributos naturales, históricos y culturales. Esto implica una política de relacionamiento activo entre el gobierno central y los gobiernos locales bajo el compromiso de la ley, de la transparencia, la eficiencia y la participación social comunitaria.

Lo que nos proponemos es un nuevo tipo de alianza, una real coalición política que reivindique la autoestima de la ciudadanía e incorpore plenamente a los jóvenes, y a la mujer dominicana que supera cada vez más su histórica subordinación y alcanza mayor proporción que los hombres en la capacitación profesional. Ellas tienen que ser el centro de nuestras políticas, son nuestras madres, hermanas, hijas, esposas. Son las compañeras en la hora inicial y en la final de la existencia. Tenemos que liberarlas de toda esclavitud, de la discriminación, de la violencia machista.

Hace falta convencer a los jóvenes que ellos son la sal de la tierra y que tienen que sacarse el avión y la yola de la cabeza, porque las fronteras de la migración se están cerrando y aquí es donde tendremos que edificar un futuro auspicioso para todas y todos.

Tenemos que liberar a los que han sido subyugados por las tarjetas plásticas promovidas por la práctica clientelista, que no mejora la calidad de los servicios sanitarios de la mayoría y cuyas dotaciones son apenas boronas que se dejan caer de la mesa de quienes confiscan el futuro de los más pobres.

Hay que sacudir y convencer a los indiferentes, reanimar a los pesimistas y resignados, conmover a los que tienen un medio de vida, pero rodeados de pobreza, de frustraciones, de abandono y atropellos.

Nuestro objetivo es empeñar todas las fuerzas espirituales de nuestra sociedad para ganar las elecciones de febrero y mayo del próximo año. No será una tarea fácil porque la corporación gobernante ha roto todas las reglas de la competencia democrática y se prepara una vez más para utilizar todos los recursos del poder para mantenerse gobernando y saqueando impunemente. Porque han convertido en principio fundamental la aberración de que el poder es para usarlo y que no se cede. Desde ya toda la oposición y todas y todos los dominicanos preocupados por la convivencia y la decencia política tenemos que erguirnos para decirle al presidente Danilo Medina que él no puede ganar las elecciones, como proclamó, porque no es candidato, que no tiene derecho a retorcer las reglas para hacer campaña electoral. Que eso no se permite en ninguna democracia.

Sería una extrema irresponsabilidad permitir que se repitan las iniquidades e inequidades políticas del 2012 y del 2016, cuando todo el gobierno fue involucrado en las campañas electorales duplicando el gasto en publicidad, disparando los déficits fiscales con 33 mil empleados temporeros, y cuando 39 ministros y altos funcionarios fueron jefes locales de campaña, abusando de los recursos del Estado, y extorsionando a diestra y siniestra para gastar diez veces más que todas las opciones alternativas juntas.

También hay que hacer saber a los responsables de los órganos electorales que están obligados a cumplir los preceptos constitucionales que les responsabilizan de equidad, transparencia y libertad en las competencias electorales. ¡Que no podemos asistir a otra feria de compra y venta de votos, como la que vimos en las recientes elecciones primarias! ¡Que a nadie le queden dudas de que aquí esta vez jugamos limpio o se rompen las barajas!

Por todas partes el cuerpo social muestra fatiga por los desmanes del poder, con claros indicios de que llegó el final. ¡Porque el cambio va y el PLD se va!

¡El cambio va! Esas tres palabras nos resultan particularmente memorables. Porque fueron exactamente las tres palabras del título que encabezó la portada del diario El Sol, que yo dirigía, en la madrugada del 17 de mayo de 1978, cuando las juntas electorales habían sido ocupadas y el cómputo paralizado por las hordas que pretendían eternizarse en el poder.

De nuevo ¡el cambio va! Y no para arriar las banderas democráticas en aras del caudillismo que aplasta las instituciones. Va con un Congreso plural, que deberá cumplir su función de legislar y de fiscalizar al Poder Ejecutivo, con legisladores que no reproduzcan privilegios. El cambio va con un gobierno consultivo y participativo. Va para recuperar la independencia de la justicia, del ministerio público, de los órganos de control y para garantizar posibilidades de competencia democrática en los sucesivos procesos electorales.

En una docena de encuentros realizados por todo el país nos han preguntado una y otra vez qué garantía tenemos de que no pasaremos de un simple cambio de presidente y de partido. Y le hemos respondido que nadie nos va a firmar un certificado de garantía. Que la garantía la ponemos todos y todas con nuestra participación decidida. Que se sacudan y no sigan sentados en el quicio de la casa viendo pasar el funeral de la patria. Que la participación social, sin reclamar cargos electivos o ejecutivos, nos dará energías y calidad moral para exigir a los políticos que cumplan los compromisos empeñados.

Estamos juntándonos con lo mejor de la política, y animamos a los que faltan en esta coalición a que salgan de la zona del puritanismo, de la auto-exclusión, y que arrimen sus hombros para el gran convite político-social al que estamos convocando.

Nos anima el hecho de que tenemos un candidato presidencial que no juega con cartas marcadas, ni pretende ser pitcher, cátcher y bateador al mismo tiempo. Que, con un discurso firme y racional, fundado en valores y principios democráticos, viene pregonando un programa de gobierno y enarbolando preceptos éticos, con sensibilidad para promover la justicia y la inclusión.

A nuestro candidato algunos le encuentran un gran defecto, dicen que no le ven suficiente carisma, que la gente no se arrodilla ni inclina la cabeza a su paso. Es porque esperan un nuevo encantador de multitudes, como tantos que se han enseñoreado sobre nuestro pueblo, cuando en realidad este país lo que necesita es ser gobernado por ciudadanos racionales que no se crean sobre el bien y el mal, que no pretendan que ellos por sí solos son los arquitectos diseñadores, ingenieros constructores, albañiles, pintores y decoradores de la edificación nacional. Necesitamos gobernantes que sepan encarnar un proyecto colectivo y que no opten por gobernar en función de lo que convenga para prolongarse indefinidamente en el poder.

Hemos escuchado a nuestro candidato respondiendo a los que quieren otro imprescindible, diciéndoles que tienen razón, porque él no es ese predestinado, pero que mientras hace aparición ese iluminado, aquí está él, dispuesto a trabajar con todos por el plátano y la esperanza. Llega, como Mercedes Sosa, cantando con todas las voces, todas, con todas las manos, todas. Porque toda la sangre puede ser canción en el viento. Canta conmigo, canta hermano, ¡libera tu esperanza, con un grito en la voz!

Aquí está nuestro candidato presidencial, Luis Abinader, armando un gran concierto, la coalición Democrática por el Cambio y la regeneración nacional.

 


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