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Quintaesencia: Constitución y conciencia


Por: Rafael Ciprián

Todos los jueces, fiscales y abogados tienen muy claro que la Constitución es la norma que rige el ordenamiento jurídico de la República Dominicana. Creemos que en nuestro país no existe un solo profesional del Derecho que ignore esa verdad. Y esta afirmación puede ser extendida a los individuos que tienen un mínimo de educación formal. Por eso afirmamos que esa es una verdad de Perogrullo.

Sin embargo, ¿por qué la mayoría de esas personas olvidan y violan los principios, valores y normas de la Carta Magna en sus actuaciones públicas y privadas, y lo hacen de manera olímpica y descarada?

 Son muy variadas las respuestas que puede recibir semejante interrogante. La primera, porque vivimos en una sociedad quebrada ética y moralmente, en que los sujetos están escindidos, ajenos a los dictados de la integridad.

Es que piensan de una manera, se expresan de otra y actúan en franca negación de lo que piensan y dicen. Siempre están dispuestos al incumplimiento de sus deberes y obligaciones si con ello pueden asumir ciertas responsabilidades o riesgos y, sobre todo, si ven la posibilidad de sacar alguna ventaja personal o grupal de su inconducta. El imperativo categórico de I. Kant, que manda a cumplir con los deberes hasta en situaciones de evidente auto perjuicio, les causa el mismo terror que algunos cristianos le atribuyen al Diablo frente a la cruz.

Y otra respuesta menos notoria consiste en que aprenden con el método memorístico. Suelen repetir como papagayos lo que no logran comprender. No desarrollan las habilidades para ejercer la criticidad, el cuestionamiento constante de lo asimilado y de todo lo que sucede en su realidad, en la sociedad y en el mundo.

Por eso se convierten en ciudadanos formales, pasivos e inconscientes. Son productos de nuestros atavismos históricos. Reflejan el carácter y la personalidad necesarios para vivir a gusto en una sociedad autoritaria, discriminadora y conculcadora de los derechos fundamentales. No alcanzarán nunca, mientras se mantengan en esa condición, la altura de los ciudadanos reales, activos y conscientes.

Pero logran el favor de los que ejercen indignamente las posiciones públicas de más relevancia política. Así experimentan la sensación de un falso éxito. Y algunos lo celebran como eunucos.

¡Cuánta falta nos hace la gran escuela hostosiana, y los postulados de Paulo Freire!
Sólo tendríamos que adaptarlos para los nuevos tiempos, para esta sociedad de la información, esta era del conocimiento, este período de globalización, este mundo digital, con nuevas tecnologías, y esta época de neoliberalismo, consumismo y eliminación de fronteras para las mercancías, no para las personas, que nos han traído la posverdad y la realidad líquida, con el hombre y la mujer light.

En esa realidad se aplica hoy la Constitución. Y debemos impulsar los cambios necesarios o jamás podremos materializar el Estado Social y Democrático de Derecho.


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