España.-Cardiff es eterno, el sueño del que nunca despierta el Real Madrid, incontenible de nuevo para la Juventus. El campeón italiano vivió un día de la marmota muy particular. Aún sigue jugando en el estadio Millennium, sigue encajando goles de Cristiano, sigue postrándose ante el rey del fútbol continental, que sentenció la eliminatoria (0-3) salvo desplome en el Bernabéu.
Lo difícil es lo más sencillo para el equipo de Zidane, fascinante en su competitividad, cada vez más afilado mientras asoma por el horizonte el cielo de Kiev. No bajan de las nubes los blancos, inmaculados en las grandes citas europeas, su bendita costumbre en estos años. Recuperaron la autoestima en la eliminatoria ante el PSG, pero no sólo les quedaba París.
También Turín, de momento. Por allí paseó su palmito de favorito para emular a Di Stéfano, el último madridista que conquistó a la Vieja Señora allá por los años 50. La Saeta fue Ronaldo, faltaría más. Marcó su quinto doblete en la competición y dejó un gol para la historia, para el santuario de la segunda edad de oro del Madrid. Simplemente, su chilena se recordará siempre. El gol del año.
Todo arrancó como en Cardiff, con un tanto del portugués, asistido por nadie sabe que don en la Copa de Europa. En tres minutos había marcado. Nueve partidos y 13 goles para mantener un dominio de la competición asombroso.La jugada fue una excelente maniobra de Marcelo que hizo grandioso el desmarque de Isco. Sí, Isco.
Zidane no confía en él, dicen, pero le puso en el once en el partido más importante de la temporada hasta la fecha para los blancos. El internacional, que respondió al espaldarazo de su entrenador con un buen partido, se adentró por la banda izquierda y centró al corazón del área.
El golpeo de Cristiano con la izquierda al otro palo de Buffon, que siguió el balón con la mirada mientras se estiraba, culminó la obra de arte, la excelente puesta en escena del Madrid, imponente a la hora de marcar territorio.
Zidane había jugado la baza psicológica. Mismo rival, un enemigo formidable, misma competición, la amada Copa de Europa, idéntica alineación, los héroes de Cardiff, que provocan pesadillas en Turín. Una postura sensata de un entrenador con sentido común que no ofrece fisuras en sus decisiones, salvo en el crédito ilimitado que le concedió un buen día a Benzema.
La bofetada para la Juventus llegó tan rápido, minuto 3, que el equipo de Allegri tuvo que hacerse a una idea mortificante antes de escalar el Everest: el partido había empezado con desventaja. No sólo se medía al equipo que le había negado la gloria, al campeón. La eliminatoria arrancaba 0-1, con el gol habitual de Cristiano.
La Juventus encajó el golpe con clase, como sólo lo hacen los italianos. Resistir es vencer. Ni se arrugó ni se rindió. El Madrid tenía cuatro jugadores en el centro del campo y quizá Zidane había buscado acaparar la pelota, pero la Juventus presiona como si le fuera la vida en ello. Funciona como un acordeón, se estira y se encoge como si nada.
Tiene músculo, físico y carácter. Nunca le intimidó ir por detrás. El partido recordó al de 2015. El Madrid se creía superior, James Rodríguez la mandó al larguero con todo a favor y… Ya saben lo que ocurrió después en el Bernabéu. La Juventus fue empujando hasta que, en plena vorágine, tuvo que aparecer varias veces Ramos, providencial, o Varane y también Keylor, que voló para atajar como un felino el gran remate de Higuaín.
El Madrid tuvo que aprender a sufrir porque estas batallas también se ganan así. De vez en cuando golpeaba. No tenía demasiado control sobre el encuentro, pero sí llegó con peligro porque la Juve lo hacía todo bien menos defender, quién lo diría. Kroos la mandó al larguero desde fuera del área minutos antes de Chiellini volviera a meter el miedo en el cuerpo a la defensa madridista. El descanso fue un alivio para el Madrid.
Después llegó el prodigio. La foto de Cristiano en el aire rematando de espaldas a la portería, fue así como ocurrió, pasará a formar parte de la gran historia de la Champions. Había seguido sufriendo el Madrid, incómodo ante el despliegue de la Juventus, que no dejaba respirar al equipo de Zidane, maniatado y superado, incapaz de asociarse para dar tres pases. Ramos vio la tarjeta que le impedirá jugar la vuelta en el peor momento de su equipo. Pero la falta de Dybala no entró por un milagro.
Después, pasaron una de esas cosas que no pasan nunca. La jugada se inició trabada, por una falta de entendimiento entre Chiellini y Buffon, Cristiano robó la pelota y la pasó atrás para Lucas Vázquez. El remate del delantero gallego lo paró el portero italiano, pero el balón acabó en Carvajal que centró al área.
Allí andaba Cristiano, otra vez, para elevarse al cielo de Turín, para rematar de chilena lejos del alcance de Buffon. Fue increíble, pero ocurrió. El gol que siempre soñó, un tanto histórico a la altura de una leyenda del fútbol en un escenario mítico. El mundo se paró, seguro que lo entienden.
Los aficionados de la Juventus aplaudieron. Zidane, que fue un grande, se llevó las manos a la cabeza. El partido fue ya un asunto secundario. Dybala se auto expulsó por una falta a Carvajal y Marcelo, en pleno éxtasis, marcó el tercero tras una asistencia de Cristiano, que seguía tocado por los dioses, como todos estos años. El nuevo Di Stéfano se había ganado el cielo. El campeón no tiene fin.