Por: Ramón Tolentino
Cuando escuchamos en los tiempos de campañas al hoy presidente Danilo Medina con su eslogan «lo llevo en el corazón», nos hicimos la ilusión de que el país iba a tener otro rumbo a favor de un pueblo maltratado por décadas por promesas incumplidas de gobernantes de turnos.
Sin embargo, el señor Danilo Medina le ha fallado al país con tantos actos de corrupción que empaña su gestión, con un alto índice de inseguridad Ciudadana como nunca antes en la historia republicana y un enriquecimiento ilícito por gran parte de sus funcionarios que llevará al país a un Estado Fallido
Cuando tenemos un poder judicial y un Ministerio público enfrentado, cuando tenemos los organismos de seguridad envuelto en el narcotráfico, cuando tenemos los propios funcionarios del gobierno con empresas de su propiedad negociando con el estado en compras y contrataciones, cuando tenemos un estado con una invasión pasiva de extranjeros ilegales, cuando tenemos un presidente que secuestró las urnas para quedarse en el poder y seguir vendiendo nuestra isla a extranjeros inversionistas sin existir un régimen de consecuencia, podemos asegurar que estamos a borde de un estado fallido.
El señor Presidente Danilo Medina sigue siendo sordo, ciego y mudo frente a la problemática que afecta al país, más con una oposición que no tiene cabeza, el pueblo se siente a la deriva como un túnel que parece que al final no habrá luz.
Este estado como lo está llevando el presidente Medina, es señal de un Estado fallido por el desorden social, político, y económico, por tener un hombre sentado en el Palacio Nacional tan débil, ineficaz y sobre todo abusador como el que nos gobierna
Como este gobierno no tiene la capacidad de proveer servicios básicos, y solo muestra con hechos reales altos niveles de corrupción y de criminalidad, y con un desorden migratorio mayúsculo solo nos queda decir que Danilo Medina y sus secuaces están al punto de llevar a este país a un estado fallido
Y no solo se conforma con esto, ahora quiere seguir irrespetando la carta Magna juntos con unos congresistas vividores, insinuando una segunda reelección como si el país fuera propiedad de ellos sin importar lo que piensen el pueblo llano y humilde.
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